OLOR A PASION
Por la noche, los pliegues de la sábana todavía conservaban el olor de aquel hombre que unas horas antes me había hecho tan feliz, el que me había despertado de un largo letargo sexual impuesto por mí misma.
Empecé a olisquear como un perro aquella almohada intentando atrapar el olor y guardarlo en mi interior pero ya no podía esperar más. Me tendí en la cama con las piernas abiertas y coloqué la almohada entre ellas hasta que rozaran mi sexo hinchado, rojo y caliente de pasión, moviéndola suavemente. Aquella almohada en la cuál había reposado su cabeza y la que unas horas antes, entre mis piernas había estado lamiendo, abriendo con la lengua los labios de mi sexo y succionando aquél clítoris sediento de placer, con mucha dulzura.
Una corta y seca sacudida, como la de una descarga eléctrica, estremeció mi espalda haciendo que me convulsionara como si fuera a perder la vida. Tenía un orgasmo que me hizo morder el puño para no gritar de placer. Un chorro de líquido caliente salió por mi cuerpo e impregnó parte de la almohada. En aquella posición, sin tener fuerzas para hacer nada más, me sobrevino un sueño reparador; un sueño como el de un bebé recién nacido pero todavía notaba OLOR A PASIÓN.