RAJAS RESERVADAS
Cuando este relato sucedió, yo tenía 30 años. Era en la época que me creía un toro, pues me masturbaba casi todos los días. Cualquier cosa que viera que me excitara era suficiente para hacerme una puñeta en el sitio. Claro, no lo hacía ante el público, pero sí en el lugar en que me encontrara pero que no me vieran.
Yo nací bellaco. Cualquier cosa me excitaba. Las mujeres me encantaban y me encantan–claro. Me ponía pantalones un poco ajustados para que se me viera el “paquete”. Y no usaba ropa interior para que se notara si estaba un poco excitado.
Una vez me dió una bellaquera tan grande en un tren en Nueva York, que se me paró y sé que todos en el vagón lo notaron. Algunos se reían. casi todas las mujeres miraban para otro lado, pero algunas se quedaban asombradas, pues tengo un poco más de 10 pulgadas y bastante grueso. A veces mi puño no cubre mi pinga de lo dura y ancha que se me pone.
Como no tenía a donde ir y masturbarme, me quedé feliz y contento hasta que llegué a la próxima estación y me bajé. ya en la superficie, me fuí a un callejón, y detrás de unos safacones, me hice una puñeta de las bien sabrosas. De las que echo casi un litro de leche…
Pero todavía era virgen. Lo más que había hecho fue tocarle la raja a una amiga en una fiesta, pero con su ropa puesta. Ella me llegó a tocar mi macana, pero se asustó y se fué. Ese día me hice una puñeta de las largas y sabrosas. He tenido muchas amigas, pero al ver que soy un bellaco, me sacan el cuerpo, pues siempre comienzo a hablarles de sexo.
Un día, paseaba por uno e los parques públicos de mi ciudad y vi pasar una muchacha con una faldita bien corta. Pensé que eran lo que llaman unos “hot pants”, esto es, unos pantaloncitos bien cortos. Pero al acercarme a ella, me di cuenta que era una faldita. Entonces me dije, si es así, tiene que llevar pantys.
La muchacha estába muy bien formada. Era un poco más bajita que yo. Yo tengo casi seis piés de alto. Era rubia y tenía un cuerpazo. Caminaba despacio, como si estuviera disfrutando el paisaje y de vez en cuando se pasaba las manos por las tetasy con sus dedos se frotaba los pezones. Luego se sobaba el bollo. Noté que los pezones los tenía parados, lo que hizo que se me parara inmediatamente. Se me puso tan duro que me dolía.
En una de las veces que se sobaba la chocha, se le subió un poco la faldita. Como creía que tenía pelos rubios, pensé que lo que le ví era el panty. Cada momento que pasaba viendo a esta mujer, la pinga se me ponía más dura y me dolía más. Seguí tras de ella por un buen rato. En ocasiones le pasaba por el lado rápidamente, para luego parar y caminar hacia ella para disfrutarme aquellas tetas que ondulaban con su paso y para que me viera la macana tratando de romper el pantalón.
De espalda era una diosa. Sus nalgas subían y bajaban con sus pasos. Cuando de vez en cuando pasaba sus manos sobre aquellas mejillas sensuales, se levantaba un poco la falda y le podía ver la raja de las nalgas al descubierto. repitió esto varias veces.
Me dí cuenta que lo hacía a propósito, cuando la última vez que se levantó un poco la falda la mantuvo así un poco tiempo y me miró bien coqueta, sonriendo burlonamente y soltando una pequeña carcajada. Ya yo no podía más. Tenía que conocer a esta mujer. Aceleré un poco el paso y caminé a su lado mirándola en la cara. Al principio miraba para otro lado cuando veía que la estaba mirando. En otras me miraba, sonreía y se reía en voz baja.
Una de las razones por la cual todavía era virgen es porque erea tímido. Se me hacía dificil romper el hielo y entablar una conversación. Y cuando lo hacía, lo primero que hacía era hablar de sexo.
Pero en esta ocasión decidí hacer las cosas bien. Ganándole a la timidez, le dije, hola. Ella me respondió con otro hola, pero el suyo era la voz de un ángel. Nos quedamos mirando mientras caminábamos al lado del otro.
Yo no podía resistir la mirada ante aquellos pechos boyantes, lo que hacía que ella se riera. Yo me reí también. Entonces ella cambió su mirada hacia mi macana que ya la tenía botando la gelatina para que pudiera resbalarse suavemente entre los labios de cualquier chocha.
Abrió los ojos de asombro y me miró perpleja. Me dijo, ese es tu… No terminó, porque yo asentí con la cabeza. Entonces volvió a mirármela, paró de caminar y con notable asombro, colocó sus manos sobre su boca. Sus ojos estaban clavados en mi pinga. Yo paré y quedamos de frente. La pinga se me hinchaba más y más y el dolor era mayor, pero gustoso. Ella seguía mirándomela con un asombro de júbilo.
Se me acercó sin dejar de mirármela y me dijo, . , le dije. . Ella me contestó, que el gusto era de ella, manteniendo su mirada fija en mi macana.
Estuvimos un rato sin hablar. Ella mirándome la pinga que casi rompía mis pantalones y yo gozando viéndole los pezones duros, bien paraditos. Extendí mi mano para saludarla y ella me extendió la suya, sin dejar de mirar lo que había descubierto. Nos dimos la mano y sentí que ya estaba a punto de venirme. Casi a la misma vez nos pusimos a movernos nerviosamente, como el que no aguanta las ganas de ir a orinar.
Ella tomó la iniciativa y me dijo, espera. Aguanta. No te vengas. Yo también me estoy viniendo, y me toma de la mano y corre frente a mi casi arrastrándome. Me dirije a un paraje solitario del parque que yo no conocía, con muchos arbustos y plantas. Sitio ideal para hacer lo que uno quisiera sin que nadie nos vea. Ya en el sitio, para de correr y se para frente a mi y me besa ardientemente. Siento su lengua recorrer el interior de mi boca hasta que la mía entra en la suya y descubre el dulce sabor de su interior.
Mientras tanto, nuestras caderas giran en loco frenesí, frotándose una con otra. Nuestras manos van palpando nuestros cuerpos ardientes y se posan en las partes que cada uno desea. Al tocarnos, ambos gemimos de deseo, de ardor. Ella me quita la camisa de un jalón y yo la de ella, dejando al descubierto unas tetas hermosas con puntas que piden que las chupen. Se las chupo, las beso tiernamente y apasionadamente, se las manoseo y muerdo sus puntas levemente y ella responde agradecida.
Sus manos ya acarician mi pinga y yo respondo quitándole la faldita, cosa que ella me ayuda para liberarse y quedar totalmente desnuda, frotando con delirio su cuerpo con el mío. Sin darme cuenta, ella me ha bajado los pantalones dejando libre mi macana que se dirije sin perder tiempo al húmedo bollo rubio entre sus piernas.
Ya desnudos los dos y casi al borde del orgasmo, ella se arrodilla frente a mi y toma en sus dos manos mi pinga, la besa y se relambe. Quiere metérsela en su boca, pero la cabezota casi no le entra. Se retira y abre bien su boca y por fin la tiene adentro, mientras me soba los huevos. La mete y la saca un buen rato hasta que me dice, vente en mi boca cariño. Vente duro. Yo no sabía que podía aguantar tanto sin venirme, sin llegar al mayor y mejor orgasmo de mi vida.
Culeo en su boca y noto que no toda mi macana le cabe en la boca. Ella se la saca de la boca por un instante, respira hondo y se la mete otra vez hasta que le entra por la garganta. Cojo su cabeza con mis manos y hago que mi pinga le entre más en su garganta hasta que noto que ella se queja un poco del dolor, pero no hace nada para evitarlo. Acelero el ritmo y me desespero porque he estado aguantándome para gozar más el orgasmo. Pero no puedo más. Libero la tensión en los músculos que aguantan la venida.
Entonces se abren las compuertas del placer, del gozo y empiezo a venirme en esa desconocida y cálida boca, escupiendo chorros de leche hirvientes en cada culeada y ella tragándosela. Cada chorro me exige un grito de satisfacción, de gozo, casi de dolor. Grito con toda mi fuerza. Cada gota de sudor que brota de mi cuerpo también grita de placer.
El orgasmo me duró una eternidad, liberando todas las tensiones que mi cuerpo padecía. Ella sigue tragando y desde arriba veo que me mira con sus intensos ojos azules, llenos de placer y satisfacción. Poco a poco saca mi pinga de su boca, la que me sigue hirviendo y me duele más que nunca. Pero este tipo de dolor es pura satisfacción.
Ella me lame la pinga y me la limpia con la lengua, mostrando un placer al así hacerlo. Se levanta y me toma de la mano y me lleva a un árbol que tiene una rama bajita en donde se sienta y abre las piernas, enseñandome su crica, el bollo rubio en todo su esplendor. Con sus labios abiertos, el clítoris erecto y duro como las puntas de sus tetas y ya viendo la caverna rosada y húmeda que me invita a descubrir los laberintos del gusto sexual de esta mujer, me acerco a ella con mi pinga parada al máximo, todavía dura, hinchada y en busca de más deleite.
Le abro más las piernas y me fijo en detalle de esas carnes que espero arropen mi pinga al penetrarla. Por primera vez me chicharé una chocha. Por fin perderé la virginidad. Le asomo la macana para penetrarla, pero ella me dice que no. Me pide que se la mame, que se la lamba con lengua y que se la chupe con fuerza, cosa que hago con gusto.
Me arrodillo frente a ella y con la punta de la lengua juego con su clítoris. El primer contacto hace que Candy suelte un grito de gozo, casi delirante. Entonces mi lengua comienza a viajar entre los plieges de sus rosados labios y descubre los punto más sensibles de esa parte de su sexo. Beso toda su chocha y con mis dientes le estiro hasta que gima los bellos rubios de su frondoso monte púvico. mi boca está empapada de sus fluidos lubricantes, los que saben a frutas y hacen que me deslize mejor entre sus plieges. Sus movimientos son incontrolables, su respiración es rápida y acelera cuanto más le paso la lengua a su chocha. Recorro con mi lengua todo el espacio entre su culo apretadito hasta el comienzo de su raja.
Mi cara se pierde entre su muslos y ella con fuerza agarra mi cabeza y con cierto ritmo, me la acerca más a su chocha. Mi lengua la penetra y recorre todo lo que alcanza de su vagina. La reacción de Candy sigue en asenso. Esta por explotar. Su ardor es incontenible, es violento. Agita más y más su cuerpo, culeando con pasión y fuerza contra mi cara. Mi lengua actúa de pinga. La penetro una y otra vez. Su delirio va en aumento. Me grita que no pare, que siga. Grita más fuerte para que siga, que no pare.
Yo pienso que este es el momento de clavarla, pues ya yo me estoy viniendo otra vez de lo caliente que Candy se ha puesto. Retiro mi cara de su chocha y trato de levantarme para meterle la pinga, que ya empieza a chorrear y que late ante la espectativa de clavarse por primera vez. Pero candy me grita, no. No pares. Sigue mamámdomela, por favor, me grita casi llorando.
Sorprendido, me arrodillo otra vez y se la mamo más fuerte y con más pasión. Undo con fuerza mi cara entre sus muslos y agito la lengua y mi cabeza hasta hacerle doler por toda su vagina abierta y lechosa, pero su respuesta es de agradecimiento. Y como nunca antes, su culeo es frenético, salvaje. Ya sus gritos son histéricos pero no me preocupan. Sé que le estoy dando un placer que nunca había recibido, por lo que me esmero para satisfacerla más.
El agarre de sus manos en mi cabeza se hace más fuerte y su agite es más incontrolable, lo que anticipa su climax. De momento comienza a gritar más fuerte, ya, ya, ya me vengo, cariño, ya me vengo. Ya, ya, grita de gozo para que todo el mundo en el parque la oiga.
Su cuerpo tiembla descontroladamente. Su sudor salado impregna todo su cuerpo y se mezcla con sus fluidos que emanan de su chocha. Abro mi boca para que se me llene de toda su crica y de repente siento el chorro de su leche vaciándose en mi boca. Una leche cálida y dulce como el sabor de su chocha. Qué rico, cariño, qué rico, mi amor, me grita. Qué buena venida me has dado, mi amor y coge mi cabeza y me ayuda a levantarme. Y poniéndose de pié me besa con la boca abierta, metiéndo su lengua como tratando de recuperar su leche, la que ya he tragado con placer.
Así estuvimos un rato. Besándonos, acariciándonos. Pero mi pinga seguía parada y esperando enterrarse en esa raja que habíamos descubierto hoy. Ella la siente entre sus piernas y baja una de sus manos y comienza a acariciar mis bolas. Yo comienzo a culear levemente, ahora que siento mi pinga rosando su chocha que sigue mojada de su gran orgasmo. Todavía mantengo mi virginidad y la quiero perder. Recuesto a Candy de la rama en donde se sentó y trato de inclinarla hacia atrás para poder tener su crica más al alcance de la punta de mi pinga.
Con una de mis manos acomodo mi macana en la entrada de su chocha, y ya cuando voy a empujarla hacia adentro, ella se retira y se arrodilla frente a mi. Y mirándome con una sonrisa de diabla, coge mi pinga delirante con sus dos manos, porque las necesita para poder llevar otra vez mi larga pinga a su boca, que ahora debe estar más de once pulgadas de larga y más ancha que nunca. La besa y la lame con su lengua que se agita frenéticamente sobre todas las partes de mi pinga.
Me chupa las bolas. Y vuelve a respirar hondo, abre su boca y se mete otra vez mi pinga hasta la garganta, la que ahora entra y sale con más facilidad. Para mi la sensación es única, es inigualable. Ya vuelvo a sentir el cosquilleo intenso antes de un gran orgasmo. Ella se da cuenta y se la saca de la boca y me dice, vente en mi cara, cariño, que quiero ver tus chorros de leche dar en mi rostro. Y acto seguido hace que me siente en la rama y me agarra la pinga con las dos manos y empieza a masturbarme, lento al principio y luego más y más rápido.
Mientras me hace la puñeta, una vez con una mano, otra vez con las dos, me estimula diciéndome, vente cariño, vente bien fuerte. Tírame ese chorro de tu leche en la cara. Quiero que me des duro con tu chorro. Vente cariño, vente. Yo la miro desde arriba y veo que tiene una expresión de anticipación y de felicidad. Me sigue masturbando más y más fuerte y alentándome a que me venga bien fuerte. Ya no aguanto más y suelto los músculos que retienen mi orgasmo para que la leche salga con fuerza. Aprieto y suelto el esfinter para ayudar a que cuando salga la leche, salga con más fuerza. Por casi vente años he estado haciendo estos ejercisios, que me ayudan a aguantar y prolongar el orgasmo.
Las primeras gotas la alertan y ella apunta mi pinga a su cara, agarrandola con las dos manos. Su cara comienza a empaparse con los chorros de mi leche que salen con gran potencia. Nunca antes, ni la primera vez con ella, había sentido salir mis chorros tan fuertes. Parecía que estaba meando, por lo contínuo de los chorros. Uno de ellos paso por su lado y por encima de la rama en donde nos habíamos sentado antes. Así cariño, échame tu leche en la cara. Qué rico mi amor, y con su lengua se relambe y alcanza a limpiar con su lengua mi leche en su cara.
Cuando el ritmo de mi corazón se ha reducido, y aún con la pinga parada y dura, le pido que me deje clavarla. Que eso es lo que más quisiera en este momento. Pero ella me confiesa que es vírgen también y quiere reservarse para el hombre que ella quiera que la clave. Le pregunto con extrañeza, pero, no soy suficiente hombre para tí.
Sí lo eres, pero a mi me gusta más masturbarme y que me masturben. Yo soy una bellaca de nacimiento. Todos los días me hago una puñeta por lo que me excite en ese momento. No quiero que me claven porque no creo que me guste. Así no dejo de tener mis placeres con el hombre que me satisface masturbándome, como lo has hecho tú hoy. Yo quiero seguir contigo haciendo esto todos los días.
Pero Candy, le expliqué, yo soy vírgen. Vírgen. Chichar es lo mejor del mundo. Eso es a lo que aspiran todos los bellacos. Yo soun igual que tú. Exactamente igual, pero quiero chichar, aunque sea una sóla vez y quiero hacerlo contigo. Tú eres la mujer que me quitará la virginidad, volví a decirle y me acerco a ella abrazándola. Mi pinga vuelve a colcarse en su raja y siento que toca su clítoris todavía parado.
Ella me abraza con fuerza y me llena la cara de besos, mientras culea lentamente, acomodando mejor mi pinga entre los labios de su crica. Si quieres, me dice susurrando, te puedo masturbar otra vez, y quizás tú a mí también, me dijo con cierta pasión. La bellaquera que tenía en ese momento no me permitió seguir insistiendo en clavarla y perder mi virginidad en esta ocasión. Seguimos culeando y besándonos y nos vinimos cada uno otra vez, terminando esá tarde extenueados y dormidos abrazados en el piso.
Nos estuvimos viendo casi todos los días en distintos lugares para masturbarnos hasta caernos. Escogíamos los sitios más raros, algunos casi a la vista de la gente. En todas las ocasiones gritábamos, pero nadie nos veía en nuestro acto íntimo.
Casi todos los días le pedía que me permitiera clavarla. Le dije que ambos aprenderíamos de la experiencia. Pero ella me repetía que quería seguir así. Que si no me gustaba que buscara a otra. Yo pensé, este manjar no lo suelto yo. En varias ocasiones traté de metérselo, pero ella estaba siempre alerta y nunca me dejó.
Un día habíamos estado en el techo de mi casa masturbándonos casi toda la tarde. Habíamos quedado en hacer algo distinto al otro día. En esta conversación le ví una mirada de pícara. Pensé que estaba tramando algo. Ella insistió en que pensara en algo diferente para mañana. Le dije que lo haría y nos despedimos.
Al otro día bién temprano, recibo una llamada de Candy. Bueno, qué has pensado para hoy. Lo cierto es que yo no había pensado en nada. Como tardé en contestarle, ella me dice, llena de alegría y con gran entusiasmo, pues te tengo algo diferente. Algo que yo creo te va a gustar mucho. Algo que jamás olvidarás, me dijo. Bueno, pues qué hacemos, le pregunté. Ven esta noche a las siete a mi apartamento y los sabrás. Intrigado, le dije, pues bién, allí estaré.
Me pasé todo el día pensando en lo que Candy me tenía de sorpresa. Las horas se hicieron largas. Estuve ancioso todo el día y a medida que caía la tarde me ponía más y más nervioso. Son las siete en punto de la noche y ya estoy frente a la puerta de su apartamento. Listo para todo. Ya mi pinga estaba dura como nunca y comenzaba a chorrear la aguita para deslizar. Toco el timbre y espero. No hay contestación. Vuelvo a oprimir el botón del timbre y espero. Nada. Candy no responde.
En eso se abre la puerta del ascensor en el piso de Candy y sale una muchacha de unos 25 años, de pelo negro largo y lacio y con un cuerpo como el de Candy. Buenas tetas, caderas y nalgas. Falda bien corta, como las que Candy acostumbra usar. Blusa liviana semi-transparente, que permitía verle los pezones, que comenzaban a endurecerse. Su mirada pícara me sorprendió. Más me sorprendió que ella tocó el timbre de Candy. casi inmediatamente, Candy, abrió la puerta. Bienvenidos, nos dice. Yo miro a la trigueña extrañado y luego a Candy quien se vé gozosa. Los dos entramos y besamos a Candy.
Candy está vestida con una corta túnica blanca bastante transparente. En su caminar la túnica flota y se le vé la chocha y la raja del culo. Candy me presenta a Lirio, la trigueña, quien se alegra mucho conocerme y que ya se ha dado cuenta que tengo la pinga bien parada y dura. Con un juego de miradas y de asentimientos con la cabeza, Lirio se excusa y dice que se va a cambiar. Sale de la sala y Candy me invita a que me siente.
Me siento y me trae una copa del vino tinto que acostumbramos beber. Una a una, Candy va prendiendo velas que están colocadas en distintas partes del apartamento. Ahora apaga las luces y la única iluminación en el apartamiento es de las velas. Ya yo había sentido el aroma de inciencios que candy y yo acostumbramos encender en nuestras tandas de masturbación. Mi pinga ya me duele. Candy me ve lo incómodo que estoy y me dice, ten paciencia, que esto va a estar buenísimo.
En eso sale Lirio vestida con una túnica igual a la de Candy y en sus manos trae otra túnica similar. Aunque con poca luz, se podía ver la chocha grande de Lirio entre sus muslos y ya sus pezones estaban como puntas de lápiz. candy estaba igual. Las dos, casi al unísono, me piden que me la ponga. Un poco tímido y extrañado, me voy a la habitación de Candy, me desnudo y me pongo la túnica, que casi me llegaba a la pinga, que seguía parada y dura en espera de acción y ya chorreando más fluídos.
Entré a la sala y sólo estaba Lirio. Candy estaba en la cocina preparando unos entremeses. Lirio estaba parada frente a un grupo de velas aromáticas, por lo que ahora podía verla mejor.
Lirio tenía dos tetas grandes, firmes, que mi mano no podían cubrir. Igual que candy tenía unos pezones rosaditos, que ahora medían casi media pulgada.
Era de caderas anchas y cintura pequeña. Tenía piernas bien torneadas y unos muslos firmes. No se mantenía quieta, con su copa de vino en las manos giraba su cuerpo como para enseñarmel y para disfrutarlo. Mi pinga aprobaba todo lo que yo veía. Las nalgas eran una cosa tremenda. Eran grandes y paraditas. En ninguna parte de su cuerpo se notaba celulitis alguna.
Pero el bollo que tenía era grande y precioso. Un poco más grande que la de Candy. Tenía pelos negros que brillaban con el resplandor de las velas. Yo me la gozaba, pero ella no dejaba de admirar mi macana.
Ella rompió el silencio diciendo, Candy me ha hablado mucho de tí. Somos amigas de la infancia. Vivíamos una la lado de otra. Somos como hermanas me dijo muy sonriente y acercándose a mi. Tan cerca que sus caderas rozaron la punta de mi pinga, la que reaccionó parándose más.
Ella soltó una carcajada cuando vió la reacción de mi macana y extendió su mano libre para tocarle la cabeza, lo que hizo que mi pinga volviera reaccionar otra vez. Ya las gotas del fluido comenzaban a caer al suelo. Ella lo notó y con un dedo tomó una muestra y la saboreó. Hum, que bien sabe, dijo.
En eso Candy entra a la sala y dice, qué bueno que ya se están conociendo bien y se acerca con un plato de ostras. Antes de ofrecérmelas, toma una y se la echa a la boca. Se acerca a mi como para darme un beso, yo abro la boca para darle un beso de lengua y ella me echa la ostra en la boca. Nunca me había hecho esto. La sensación fue divina. Lirio coge una ostra, se la echa en la boca y Candy se le acerca y le dice, dámela diablilla.
Habíamos comenzado una conversación muy amena, con algunos momentos eróticos, de sobeteos, caricias y besos entre todos, lo que mantenía mi pinga parada y dura. Hasta que Candy se para frente a los dos y me anuncia. Cariño, esta es mi sorpresa. Déjame explicarte. Como sabes, Lirio es mi amiga del alma. Nos criamos juntas. Todo en la vida lo hemos hecho juntas. Así es que tenemos casi los mismos gustos, las mismas ideas y la misma forma de pensar. Y a ambas nos gusta masturbarnos. Ella es igual que tú y que yo. Somos unos bellacos. Yo miraba a las dos con cierto recelo, quienes continuaban con el juego de expresiones y risas contenidas.
Hace unos seis meses, sigue narrando Candy, cuando te conocí en el parque, te confesé que era vírgen igual que tú. Lirio es vírgen también. Nunca hemos sido penetradas por nada, porque lo que nos gusta es masturbarnos. Nada de que nos claven, contaba Candy con risa y a veces con cierta seriedad. Lirio se mantenía sentada en una de las piernas sobre el sofá, a veces dejando su chocha al aire y un tanto abierta.
Lirio y yo hemos llegado a la conclusión de que tú tienes razón. El sexo es chichar y no masturbarse sólamente. Desde que te conocí y probé tu pinga, he pensado que nunca tendré otra como la tuya. La decisión que Lirio y yo hemos tomado esta noche será para tí una gran sorpresa. Yo sé que desde hace tiempo tu has querido una cosa, pero nunca te lo permití.
Casi en forma instantánea, Candy se quita la túnica mostrando todo su encanto y obviamente bien excitada, pues tenía los pezones bien parados y se le notaban los muslos cerca de la chocha bien mojados. Lirio se levanta y se quita su túnica, mostrando también sus atributos físicos, unos parados, como sus pezones y también mojada entre las piernas.
Cariño, anuncia Candy, las dos cogidas de manos, esta noche queremos que nos rompas el virgo y nos claves hasta que se te caiga esa pinga enorme que tienes.
Sorprendido, me levanto poco a poco y ellas me quitan la túnica. Me quedo desnudo igual que ellas, con mi daga parada y gotenado más líquido. Candy me besa apasionadamente, mordiéndome la lengua cada vez que la encuentra. Lirio se arrodilla y comienza a besarme la pinga. La acaricia con las manos y extiende sus manos hasta los huevos, los que soba y se los chupa.
Candy ha comenzado a sobarme y a besarme todo el cuerpo. Me siento indefenso, no sé qué hacer, pero me lo gozo todo. Ya Lirio se ha levantado y yo puedo tocarla toda. Sus tetas, su nalgas, su chocha mojada. La beso y le meto la lengua y con gran destreza ella mete la suya en mi boca, peléandose ambas por ocupar el espacio.
Lirio se me acerca al oído y me susurra, en el sexo, todo vale. Sí, le contesto metiendo mis dedos en su raja hasta que le mando dos completos. Ella gime, se estremece, pero me dice en voz alta, es tuya corazón, es tuya. Lirio, como para reciprocar, me frota las nalgas y poco a poco me las va separando, hasta que uno de sus dedos encuentra mi culo.
Yo creí que hasta ahí quedaba la cosa, pero, esta suávemente lo soba con su dedo y trata de introducirlo, pero yo trinco las nalgas y no se lo permito. Ella vuelve a susurrarme en el oido, en el sexo, todo vale. La miré con cierta sorpresa, pues me había demostrado que no aceptaba esa práctica.
Pero, la realidad es que me gustó. Sentí un gran placer. Nunca lo había tratado. Ella seguía besando mi cuerpo y me miraba de reojo, esperando mi reación. No sé si fueron las circunstancias en que me encontraba, dos mujeres buenísimas que quería que las desvirgara. Entonces le dije que siguiera.
Muchos hombres piensan que esto desemerece su hombría, pero no es así. Un el culo se reunen muchos nervios que ofrecen un placer enorme, posiblemente más que en otras partes del cuerpo. De hecho se considera uno de los puntos más erógenos de las mujeres y de los hombres. Ya Candy tenía mi daga en su boca que le llegaba hasta la garganta, sacándola y metiéndola, y relambiéndose cada pulgada. esa noche tenía la pinga más larga y ancha que nunca, lo que no le permitía metérsela toda como antes.
Lirio se arrodilla al lado de Candy y comienza tocándome los huevos y luego comienza a chuparlos. La sensación es intensa. Casi me vengo. Hago uso de apretar el esfinter y me aguanto. Candy sabe que si sigue me vengo completo, por lo que hace una pausa y se para para volver a besarme. Mientras, Lirio toma unas almohadas forradas de seda y las coloca por todo el piso de la sala, la que está cubierta por una gruesa y suave alfombra. Así convierte las sala en una cama enorme.
Los tres nos acostamos en el piso. Todos seguíamos tocando y sobándonos. Besábamos cualquier parte del cuerpo. Ya el olor de los fluídos de cada uno de nosotros se confudieron con los aromas de las velas y los inciensos. El olor despertaba aún más el deseo del sexo. Mi pinga me dolía de lo hinchada que estsba. Quería descargarse, pero no me dejaban. Candy se da cuenta de mi estado y se sonríe diciéndome, aguanta cariño, que esto sólo ha comenzado.
Al lado del sofá, Candy tenía unos frascos de diferentes colores. Se vira, coge uno grande y lo abre. Veo que se hecha una poción aceitosa en las palmas de la mano. Y las frota, como para calentar su contenido. Se me acerca y comienza a untármelo por todo el cuerpo. Lirio hace lo mismo.
Me viraron para estar boca arriba y luego boca abajo. Las dos me cubren todo el cuerpo con un aceite con olor a rosas y de sabor dulce. Cuando estoy boca abajo, Candy me separa las nalgas y me unta el aceite hasta dentro del culo. La sensación no la puedo aguantar e involuntariamente trinco las nalgas.
Candy vuelve a sobarme las nalgas y así logra que las vuelva a dejar libres, aprovechando para abrirlas otravez y untarme más aceite dentro del culo. Sus dedos resbalan por todo mi cuerpo y en el culo me entran fácilmente, lo que disfruto intensamente por primera vez en mi vida de bellaco. Hoy ya perdí una de mis virginidades. Los hombres y las mujeres tenemos dos. Muchos defiende la del culo, especialmente los hombres, pero no saben lo que se pierden.
Mientras, Lirio le unta el aceite a Candy, quien se da un gustazo en el proceso, su expresión es de satisffacción cuando le termina de cubrir todo su cuerpo. Yo le termino la espalda a Lirio, quien se deleita en cada capa de aceite que le aplico en su cuerpo. Aprovecho para sobarle las bellas y bien formadas nalgas. Se las abro un poco y paso mis dedos en su raja de arriba a abajo hasta llegar a su peluda almeja que permanece cerrada en esa posición acostada. Pero no por mucho tiempo, porque ella entonces levanta su culo para que se le abra y se expongan sus carnosos y deliciosos labios que resguardan su virgen vagina. Después de ahí, paso mis manos por su culo penetrándolo suavemente con dos de mis dedos
Casi delirante por el cosquilleo que le produce el aceite y mis dedos en su culo entrando y saliendo, Lirio se retuerce en el piso gritando de placer. Este aceite, originado en la India, es uno de los mejores recursos para hacer el amor en forma intensa. La sensación que produce es un sutil cosquilleo en toda la piel, provocando un leve calentamiento de la piel, haciéndola más sensible. El aceite sólo, hace que uno se venga o que llegue al orgamo más rápido.
Ya los cuerpos de Lirio y mío se retuercen en el piso busando ese espacio que no hemos tocado y que nos brinde más deleite. Candy aparece con una bandeja en la que lleva una navaja de afeitar y una taza con una brocha para hacer lavasa para afeitar. De momento me pregunto para qué, pero recuerdo las montañas de bellos que las dos tienen en su chocha. Tú serás el primero, cariño. Y me pide que me vire boca arriba, lo que hago pata exponer con orgulla aquella daga quiere seguir creciendo e hincharse más.
El dolor que produce la presión de la sangre que corre por las celdas de la pinga para ponerla dura y rígida, aunque intenso, uno lo acepta por las recompensas que estas dos hembrotas me darán con entrega y deleitósamente. Candy se arrodilla en mi lado derecho con la taza de jabón y comienza a hacer lavasa. Lirio ya está arrodillada al lado izquierdo y me separa las piernas para colocarme debajo del culo, una almohada. Así expongo más los huevos y el culo para que me puedan afecitar todos los bellos.
Candy comienza a aplicarme el jabón, que previamente había calentado. Nunca me había afeitado los bellos en mi pinga y los huevos. El calor un poco fuerte del jabón me exita como nunca. Me retuerzo en el piso y casi aguanto la mano de Candy para que no siga, pero el gustazo me domina. Ya toda la pinga y mis huevos, así como el área del esfinter están enjabonados.
Candy coge la navaja y comienza por los bellos sobre el nacimiento de la pinga y luego a todo el alrededor. Me afeita hasta el área del ombligo. La sensación es agradable y sin dolor alguno, excepto que mi macana sigue doliéndome más y más. pero pienso en la recompensa, y me olvido. la sensación es nueva para mí, pues cuando la piel queda sin bellos, expuesta al aire del ambiente, se siente fresca y distinta. Lirio me dobla la pinga para que Candy pueda afeitar los lados de mis más de once pulgadas. Luego me levanta los huevos y estira la piel con sus dedos para eliminar las arrugas, de manera que la navaja afeite mejor. Con una vela en sus manos, se asegura que no ha dejado ninguna parte sin afeitar.
Lirio toma otra botella de las que Candy tenía al lado del sofá, lo abre y echa como una leche espesa en sus manos. Se acomoda entre mis piernas y me aplica la leche, que no es más que un bálsamo para curar las raspadura de la afeitada y para vigorizar la piel. Usando las dos manos, por lo largo de mi pinga, ahora Lirio comienza a aceitarme la pinga con el mismo aceite que antes. Pero la acción de frotar se convierte en la de hacerme una puñeta, la que recibo con ansiedad suprimida. Para arriba y para abajo sigue Lirio con un ritmo lento. Pongo en función el esfinter, pues quiero prolongar y gozarme este orgasmo con una nueva hembra que pronto me dejará que la esvirgue.
Lirio me alienta a que me venga, pero yo sigo aguantando. Mientras me masturba alaba mi pinga por lo larga y gorda. Nunca había visto una así. Me entrará en mi crica, se pregunta en voz alta. Yo le contesto que con el acite que nos hemos aplicado en el cuerpo y en el interior de su vulva, será cosa e empujarlo poco a poco. Ay sí, exclama mientras se acerca más, se pone en cuatro y abre su boca para sólo chupar la cabeza, que ahora parece un pimiento rojo y está caliente.
La chupa como si fuera un dulce de paleta, saboreando cada chupada. Alcanzo sus tetas, que brincan cuando mueve su cabeza y aunque miran para abajo, mantienen sus formas. Los pezones siguen duros. Trato de exprimírselos con los dedos, pero se me resbalan. Ella se ríe y ahora trata de meterse la pinga en la boca.
Tiene que hacer un esfuerzo, pero lo logra para mi satisfacción. Le llega a la garganta. Sólo le entra la mitad. Lirio tiene la boca más grande que Candy, lo que me dá una nueva sensación y me excito más. Mientras tanto, Candy se acuesta debajo de Lirio hasta tener la chocha de su amiga sobre su cara, la que levanta y comienza a lamérsela. Lirio la ayuda bajando un poco su cuerpo para que Candy pueda hacer mejor su trabajo. Ahora somos los tres que nos gozamos lo que cada uno le hace al otro. Mi corazón comienza a latir en forma desenfrenada. El sudor en mi cuerpo huele al aceite de rosa que me aplicaron en todo el cuerpo. Mi respiración se acelera como si estuvier en una carrera. Mi respiración es ronca.
Agito mi cabeza y mi cuerpo culea para penetrar más en la boca de Lirio. Ya no aguanto más. Se lo digo a Lirio y ella responde metiéndose la pinga más rápido y más hondo en la boca. Ya comienza la leche a salir a borbotones, a chorro y Lirio los siente cuando dan contra su garganta y le llenan la boca. Igual que Candy, ella sigue chupando y tragando la leche que hace horas quería derramarse encima o dentro de algunas e las dos. La sensación es como de dolor, pero también es un gozo como nada en la vida.
Mis puños agarran con fuerza las almohadas en donde descanso. Levanto mi cuerpo para culearle mejor en la boca mientras la leche sigue llenándosela. Siento como si me estuviera vaciando. El orgasmo es intenso y largo. Mis gritos son profundos y altos. Candy se sale de debajo de Lirio y gatea hasta mi cabeza, colocando su chocha sobre mi cara para que se la chupe.
Se la beso y la chupo y casi se la muerdo, lo que no le molesta nada. Al contrario, suelta un grito de gusto increíble. Siento el nuevo sabor de Lirio en la boca y bebo de los fluídos de las dos. Ya he terminado y Lirio se saca la pinga de la boca y lo exprime para sacarle las últimas gotas de leche. Su boca todavía llena de esperma, se le desborda por los lados, pero logra tragárse la que le queda. Como sigue duro, sus dos manos siguen la acción de masturbarme. Candy ahora se mueve y se acerca a mi pinga para chuparme los huevos y limpiarme con su lengua la leche que se quedó en mi pinga.
Estoy extenuado. Las muchachas gozan viéndome al calmar mi respiración. Casi me quedo dormido después de tanta exitación. Me sobo la pinga. Pasa un tiempo en lo que me repongo y ya mi pinga, flácida, reposa sobre mi barriga.
Lirio es la primera que me lleva unas ostras a la boca, recordándome que todavía faltan unas tandas, las más importantes. Me pide que tome mi tiempo para recobrar las fuerzas. Recordar mi misión de esta noche me alienta y me excita. Me incorporo y me siento entre las dos, que me siguen besando, tocando y sobando.
Poco a poco mi macana recobra su vida. Esta noche la recuperación ha sido más lenta, pero la antesala del acto me había producido mucha ansiedad que se fue acumulando hasta que me vine con tanta fuerza que Lirio por poco se atraganta con los chorros de leche. Se me va endureciendo y Lirio se da cuenta y exclama, Pancho se está levantando. Me está llegando el turno.
, le pregunté.
<sí, tu=”” cabezota,=”” el=”” glande,=”” más=”” grande=”” que=”” he=”” visto=”” y=”” chupado=”” en=”” mi=”” vida,=”” coje=”” la=”” forma=”” de=”” un=”” sombrero=”” mexicano=”” cuando=”” está=”” bien=”” duro=””>, me explicó. Los tres celebramos el bautizo de mi pinga con una botella de champán que Candy había abierto mientras descansaba.
Esta vez es Lirio la que viene con la bandeja con la navaja de afeitar y el jabón. , me dice. <está bién,=”” ustedes=”” se=”” lo=”” merecen=””>, le contesto.
Ambas se acuestan boca arriba y abren sus piernas exponiendos aquellas dos espléndidas chochas. Una rubia y otra de pelo negro como el azabache. Ya se han colocado las almohadas en la espalda para levantarse del piso y así tener una mejor visión y alcance de sus chochas. Cuando estoy poniendo más velas cerca de las chochas de ambas para ver mejor, Candy me pide que busque su cámara que está en la mesa al lado del sofá. la busco, la prendo y pregunto, . Retrátanos las chochas antes de afeitar, me piden las dos casi al unísono.
Me acomodo casi en el piso frente a Candy, la chocha que mejor conocía. Cuadro la foto y aprieto el boton. El “flash” se dispara y en la pantalla de la cámara veo mi chocha favorita, la que pienso llamar Cana. Les muestro la foto y se ríen, pero sacan carcajadas cuando les digo el nombre que le puse a la chocha de Candy. Hago lo mismo con Lirio y también sale estupenda. Su monte púbico con bellos negros comienza casi desde su barriga. Es tan espesa su moña, que se puede peinar. Lirio se levanta y dice que quiere retratar a Pancho bien parado y ella agarrándolo con las dos manos. Candy pide lo mismo y las dos se levantan y empiezan a besarlo y chuparme los huevos.
Ya pancho está respuesto y recobra su máximo tamaño. Primero Lirio se arrodilla frente a Pancho, lo agarra con las dos manos y mira hacia la cámara, que se dispara. Y casi al mismo instante se mete la punta en su boca para saborearla. Qué linda, que bién quedó, grita Candy y Lirio corre a ver la foto, respondiendo igual de contenta.
Ahora piden retratarme la pinga de cerca, pero desde varias posiciones. Lirio dice que Candy le había hablado de mi macana pero que no lo creía hasta esta noche, cuando vió el bulto que se me había formado antes de entrar al apartamento. Depués, cuando me puse la túnica y vió bien parada mi pigan se asombró, y en un aparte con Candy le susurró, es enorme, no puede ser de verdad. Pero ya en sobradas ocasiones confirmó que sí es de verdad.
Las dos se acuestan otra vez, se acomodan con unos cojines adicionales y las almohadas forrads de seda y abren sus piernas otra vez. Yo bato la brocha en el jabón caliente para hacer la lavasa. Me arrodillo frente a Lirio y me acerco con la brocha. Esta chocha será mía dentro de poco, pensé, y Pancho respondió como si asintiera. Me reí por dentro.
Comienzo a aplicarle la lavasa y el cuerpo de Lirio reacciona estremeciéndose. Noté cuando su vulva se encogió como cuando uno cierra el culo. Nunca lo había visto antes. Qué rico, corazón, susurraba en alto Lirio mientras le pasaba las manos por toda la chocha para regar bien el jabón.
Candy me decía avanza, que me estoy goteando. Me paso al frente de ella y hago lo mismo con la misma respuesta de ella. Cojo la navaja y comienzo con Lirio desde el principio de su monte peludo. Ay, ay, qué rico coño. Es la primer mala palabra que oigo en toda la noche.
La parte más dificil era la de alrededor del culo y la vaulva. Tuve que retirarle un poco los labios para poder afeitarla bien. Lirio era bien peluda y casi tenía pelos hasta alrededor del culo. Al pasar la navaja por esa zona su cuerpo expresaba su gustazo. Al terminar de afeitarla, le paso la lengua por la chocha que ahora se la ha abierto con los dedos, sobándose la habichuela de paso, como les dije que yo llamaba el clítoris. Te está creciendo Lirio, le advertí. Sí, sí, la siento que me va a explotar. estoy cerca de venirme. Aguanta Lirio, aguanta, aprieta el esfinter, le dice Candy. Sí, sí, es que el gusto es muy intenso, le contesta Lirio con los ojos cerrados y siguiéndose sobando la chocha entera.
Tome el bálsamo que me habían puesto después de afeitarme y se lo paso por toda la piel que había afeitado. Más placer le entraba a Lirio. Su cuerpo temblaba. La embarré con el bálsamo y me dió las gracias. Me acerqué a su chocha y se le besé, aprovechando pasarle la lengua entre la raja. No me la metas, me gritó. Quiero que sea Pancho el primero que entre.
Candy se rió y me dijo, ahora aféitame a mí, pero hazlo despacito para gozármelo bien. Así comencé afeitándola como había hecho con Lirio, pero sobándole la habichuela, que ya la tenía hinchada y dura. Su gozo fué más intenso que el de Lirio. Su cuerpo tembló todo el tiempo. Se estremecía al punto que creí que se venía. , le pregunté. <no, tengo=”” el=”” culo=”” bien=”” apretado=”” para=”” no=”” venirme=”” ahora=””>, dijo con voz temblorosa. Sudó y le pasó como a mí, el sudor se mezcló con el aroma de rosas del aceite que nos pusimos en todo el cuerpo. Cogí la botella del bálsamo, le eché un chorrito en el monte púbico y se lo pasé por toda la chocha y sus alrededores, cosa que me agradeció, levantando su cuerpo hasta que tuve su chocha frente a mi cara.
La agarré por las caderas y me sambullí entre sus piernas hasta enterrar y chuparle los bembes y su habichuela, que esta noche la tenía más grande que nunca. Cana, prepárate, que te voy a partir en dos, le dije a mi chocha favorita y más conocida. Lirio respinga y pregunta, y cómo le vas a poner a mi chocha. Gitana, le dije, por su pelo lacio y negro. Qué bién, me gusta.
Candy me pide que le eche más aceite a Pancho, lo que hago sobándolo como si me estuviera haciendo una puñeta. No te vengas carajo, me gritó Candy. No quiero esperar mucho para que me partas en dos el virgo. No te apures, coño, tú sabes que yo puedo aguantar bastante.
Lirio se había quitado las almohadas y cojines y ya estaba acostada con las piernas abiertas. Acércate machote, déjame que te mame esa polla, a mi Pancho. Giro mi cuerpo en dirección contrario al de ella y me acomodo en cuatro sobre ella. Ella se coloca una almohada en la cabeza para subirla y alcanzar mejor mi pinga, lo que no era necesario, pues me había crecido como al principio en mi primer orgasmo y me colgaba casi hasta el piso. Tuve que levantar un poco el culo para que se lo pudiera meter en la boca, pero esta vez entró casi sin yo senirlo por el lubricante del aceite.
Ya dentro de su boca comencé con el culeo y ella a sobar mis huevos. Estaba deseperada. Se lo metia en la boca, lo agarraba con las dos manos y me masturbaba a la vez, como queriendo que me viniera otra vez en su boca. Pensé en Pancho, que está ya deseperado por derramarse dentro de cualquiera de las dos. Tenía que tener cuidado en no venirme pronto, porque quería echarle el polvo de mi vida. Pero Candy me dijo que yo podía echar dos polvos corrido, que si quería me podía venir. Lirio oyó eso, y me grita, vente si quieres, yo me vengo otra vez cuando me lo metas.
Al oirla, me excité y le acomodé a Pancho en su boca, siguiendo ella con el mismo frenesí. Y eso que no había comenzado a mamársela. Comienzo como un deseperado comiéndole la chocha recién afeitada. Era una sensación distinta. El aceite y el bálsamo hacia que mi boca y la lengua resbalara fácilmente por todas partes de su vulva. Sus bembes hinchados eran presa de mis labios. Su grieta prohibida ahora era mía. Recorrí toda su raja con la lengua y de vez en cuando se la ponía en la entrada. Ella desesperada por sentir algo dentro de si, me subía sus caderas para que mi lengua se metiera. Pero no lo permití. Quería que ella me deseara más, además prefería entrar con Pancho dentro de ella para partirla en dos, como me lo han pedido las dos.
Candy se levanta y se arrodilla detrás de mí y pone sus manos en mis caderas, las que siguen el movimiento de mi culeo en la boca de Lirio. Siento que me soba las nalgas y me las va abriendo poco a poco. Ya abiertas mis cachas, me echa un chorrito de aceite que me cae dentro del culo. Me pasa sus dedos bsucando el roto del culo y lo encuentra. Por instinto de nuevo trinco las nalgas, pero el placer me domina y las suelto. Candy sigue pasando sus dedos por la raja y yo me pongo frenético chupándo la Gitana, que esta hecho un lapachero. Bebo de sus fluídos que como antes saben dulce. Candy tocándome el roto del culo y Lirio mamándomela como nunca me lo habían hecho, el climax estaba cerca.
Lirio comienza a temblar sin control gritando como podía con Pancho dentro de su boca. Yo disfrutando de la mamada que le estaba dando a la Gitana. Realmente sentía placer mamándosela y me excitaba más y más. Pancho crecía más en cada culeo que aumentaba la fuerza como si estuviera clavando a Lirio. Pero ella no se quejaba. Los disfrutaba. Su frenesí era incontrolable, parece que se estaba viniendo.
Casi me mordía a Pancho, pero yo lo hacía con ella también y no se quejaba. Sentía que los dedos de Candy se acercaban más al roto de mi culo. La sensación me hacía temblar. Recordaba lo que me hizo Lirio. Todo vale en el sexo. Estoy a punto de venirme porque me la están mamando y siento unos dedos en el culo que quieren volver a penetrárme. Mi cuerpo ansía esa experiencia otra vez. Pienso en lo que sentiré cuando me penetre, que será mucho mayor que lo que siento ahora. Ya no aguanto más, Lirio se retuerce y logra gritar, cuando saca mi pinga fuera de su boca, que se va a venir.
Candy me desliza dos dedos enteros dentro de mi ya no virgen culo. Siento el chorro de Lirio salir de su interior y se lo bebo. Y las compuertas de mi leche se abren en un torrente, volviendo a llenar la boca de quien me la mama. El orgasmo nos llega a los dos con fuertes espasmos que trincan cada uno de nuestros músculos. Candy vé cómo se le desborda mi leche por los lados de su boca, aún manteniendo mi pinga jadeante adentro. Todos gritamos de alegría. Pero todos seguimos en lo nuestro, dándonos más placer en cada momento. Mu culeo es más lento, pero siento el orgasmo que sigue. Igual le pasa a Lirio, quien me grita sigue, sigue corazón. Tengo a Pancho duro como una maseta, como una macana de verdad, pero no se está ablandando como cuando me vengo otras veces.
Giro mi cuerpo y saco la pinga de la boca que me la mamaba, y me tiro de cabeza otra vez en la chocha mojada y llena de leche de Lirio. Ella grita con pasión, con histeria. Métemela, puñeta, métemela ya, ritaba. No esperes más, coño. Me incorporo y agarro por las caderas a Lirio y la levanto para acercar su chocha a mi pinga. Ella la dirige a su raja y casi sin saberlo ya estoy adentro de su vagina que hierve de pasión.
No sentí queja alguna de sus labios. Al contrario, cuando la solté y cayó sobre las almohadas, me pedía que se lo metiera todo. Todavía faltaba como la mitad, pero en el culeo sentía que no entraba más. Pero ella insisitía. Métemela toda, puñeta.
Entonces mi culeo se vuelve frenético y salvaje. Mi primera virgen y no se lo he podido meter todo, coño. Me regañaba a mi mismo. Ahora siento que me voy a venir otra vez y Lirio me grita que se viene otra vez también, mientras su culeo es más y más salvaje. Por fin se lo puedo mandar todo.
Mis caderas chocan con su pelvis y suena como cuando alguien corre por un lapachero. Los gritos de Lirio se interrumpen cada vez que le mando la pinga para adentro y mis caderas chocan con su pelvis y nalgas. Le subo sus piernas sobre mis hombros y mi culeo se acelera como una máquina. Ella responde igual y los dos gritando como desesperados.
Siento el chorro de su leche dar contra mi pinga que entra y sale repetidamente. A veces la saco completa, para volver a sentir la sensación de mi primera penetración. La saco y tengo que agarrar a Pancho con mis manos para que se mantenga en el mismo sitio. Lirio sufre cuando se la saco, implorando que se la meta otra vez. Cada vez que la meto, el culeo aumenta de velocidad. Nunca me imaginé que podía culear tan rápido. Lo había visto en los videos porno, pero creía que era un truco. Ya el orgasmo se me ha aplacado y mi velocidad disminuye rápidamente. Lirio está exhausta y casi no se mueva.
Miro al lado y veo a Candy masturbándose mientras yo le rompía el virgo a Lirio. Esa escena me excita y Pancho resucita. candy vé que la estoy mirando y vé que Lirió se esta gozando lo último de su dos orgasmos.
Con su mirada me pide que se lo meta. Se lo saco a Lirio y me coloco sobre Candy. Antes le mamo su chocha también afeitada. Ahora me fijo que es toda rosadita. Sus labios están hinchados como nunca y se abren para recibirme completo. La cojo por sus caderas como a Lirio y la levanto. Ella me agarra la pinga y coloca la punta en la entrada de su caverna hasta ahora privada. Sus labios se separan para darle paso. Siento lo resbaladiza que tiene toda su crica. Ella me mira a los ojos y me dice, estoy lista macho mío, rómpeme toda ahora.
Voy poco a poco porque noto que su cavidad es más pequeña que la de Lirio. Candy cierra los ojos esperando que la penetren. Métela toda me dice. Métela ahora, coño. Se la voy empujando y culeo lentamente. Cada vez que la penetro lo hago más adentro. Candy responde con un culeo igual, lento para sentirlo entrando. Su estrecha vagina ardiente se va llenando poco a poco. Mi pinga siente el calor de su interior, que es más caliente que el de Lirio, quizás porque me deseaba más. Poco a poco se la meto de una vez y comenzamos un culeo rítmico, aumentando la velocidad poco a poco. La dejo caer y me acuesto encima apoyado de mis codos. Con la experiencia con Lirio ya ha aprendido a acomodarme mejor para poder culear como se debe, para darle toda la satisfacción a mi amada.
Estamos culeando rápido y al mismo compás. Candy emite un pequeño grito cada vez que la golpeo. Me dice que siente mis huevos dar contra su culo. Cada vez que lo tengo adentro me dice que le dé más duro, lo que to hago. estuvimos así por un largo rato, y disfrutándolo todo.
En una se la saco y me acuesto a su lado boca arriba. Pancho sigue más y más duro y sigue creciendo. Le pido a Candy que se monte encima. Poco a poco se desliza sobre el hasta que lo tiene todo adentro. Entoces comienza su culeo que ahora es distinto por la posición. Su movimiento es pélvico, sin levantase. Esto hace que Pancho se quede casi todo adentro, pero entrando y saliendo sin salirse. Candy comienza a moverse más rápido. Ya le he apretado sus tetas por todos lados. Le he halado los pezones hasta que le doliera. Candy mueve una de sus manos hasta llegar a mis huevos y los soba.
Lirio que ya se ha recuperado, pero que sigue bellaca y con ganas de venirse otra vez, ve lo que Candy hace con mis huevos. Se acerca a nosotros y comienza a chuparmelos. A la misma vez le pide a Candy que se acueste sobre mi para que deje su culo al aire. En esa posición yo puedo culear más duro sin que Candy se tenga que mover tanto. Ya acostada sobre mi nos besamos con pasión como nunca. Veo que en un momento Candy mira hacia atrás y dice que sí. Es que Lirio le esta acarciando las nalgas y besándoselas, la vez que le pasa sus dedos por el culo. Ella se lo goza y le pide que siga.
Ya casi estamos llegando al climax. Hemos durado mucho más que Lirio. Nuestros movimientos se aceleran. Nuestras respiracione se aceleran. El corazón comienza su carrera de bombear más sangre al cuerpo y a nuestros genitales, que se ponen más y más sensitivos. Lirio le echa un poco más de aceite al culo de Candy porque lo encontró un poco seco. Le mete un poco dentro del culo y ella responde que siga. Ya yo estoy acelerando el culeo. Levanto mi cuerpo incorporando los pies en las almohadas y logro culear con la misma velocidad que lo hice con Lirio. Esta sigue sobándole y besándole el roto del culo a Candy. Ya comienza a meterle un poco los dedos en el culo y Candy grita de placer, a lavez que grita que se éstá viniendo.
Ay me vengo, coño, me vengo, grita deseperada, Mientras yo sigo culeando más rápido. El culeo rápido sólo hace que lo pueda sacar hasta la mitad nada más, pero es suficiente. Me asombro de la velocidad que culeo. Candy sigue gritando que se viene y Lirio le sigue sobando el culo. Ya yo siento que me voy a venir y lo grito a todo dar. Los chorros de ambos comienzan a salir y se mezclan entre sí. El sudor se apodera de nuestros cuerpos y el aroma de rosas llena el apartamento. Los gritos de los dos son contínuos. Yo sigo culeando a velocidad impresionante y Candy se mueva como loca con mi pinga adentro. Lirio le pide a Candy que se quede quieta para meterle la lengua en le culo. Ella lo hace y Lirio le mete la lengua hasta donde puede. Los dos sentimos que los espasmos no paran. Nos estamos viniendo corrido, una ves detrás e la otra.
Una nueva experiencia para los dos. Asi estamos un largo rato. Al rato ya Candy no puede más y se baja, acostándose a mi lado y respirando rápidamente. Lirio nota que yo me estoy masturabando, pues mis orgasmos siguen. me grita espera, y se sube sobre mi y ella misma acomoda a Pancho dentro de su raja que todavía queda abierta y extendida. Los bembes siguen hinchados y ella con la manos se frota la habichuela para ganar tiempo y llegar al ritmo mío. Su vagina aún es estrecha, pero se abre rápidamente cuando Pancho entra y sale con velocidad, como un taladro.
Yo sigo viniéndome, ya son como diez orgasmos. Lirio comienza responder y se mueve frenética sobre mí. Al rato me dice que se está viniendo y con más fuerza la culeo, haciéndila brincar cada vez que la maseteo. Sus gritos se confunden con los míos y ya ella comienza con sus espasmos. Mientras se viene hecha su cuerpo hacia atrás hasta que casi se acuesta sobre mi espalda.
Esta posición hace que se me salga la pinga y yo pare de culear, pero ella rápidamente se vira mirando hacia mis piés y se clava ella misma. De inmediato comenzamos a culear. En esta cosaión ella me puede sobras los huevos, acción que me estimula y me permite seguir viniéndome. Ella vuelve a grita que se viene. Tiene múltiples orgasmos como yo. En la mujer es más común que en los hombres. Los dos seguimos culenado y vinéndonos hasta que nuestro cuerpos no pueden más. Lirio se baja y se acuesta al otro lado mío cansada como nunca ha estado. Lo mismo me pasa a mí.
Estoy agotado, pero Pancho se mantiene parado y duro. Entonces siento que alguien me agarra la pinga y veo que es Candy que se ha movido cerca de mi. Comienza a besarme la pinga y a masturbarme. Como vé que me gusta se la mete a la boca y comieza a mamarla fuertemente. Veo que una de sus manos la tiene sobándose la habichuela rápidamente. Parece que s está viniendo otra vez y yo también. Al poco rato los dos gritamos y nos venimos con una fuerza increíble. ya sí no damos más. Candy se acuesta a mi lado y suspira profundamente. Pancho por fin se dobla y cae abatido como buen guerreo, pero sólo por el momento, porque varias horas después los tres volvemos a lo mismo.